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Cultura y Sociedad Muchik

UNA DEPREDACIÓN INAUDITA: EL SANTUARIO HISTÓRICO BOSQUE DE POMAC

UNA DEPREDACIÓN INAUDITA: EL SANTUARIO HISTÓRICO BOSQUE DE POMAC


 

 

 José Gómez Cumpa

 

En el Perú tenemos cuatro grandes santuarios históricos, uno de ellos es el Bosque de Pomac, ubicado en el distrito de Pítipo (Ferreñafe, departamento de Lambayeque). Además es uno de los dos únicos bosques secos ecuatoriales que existen en el mundo.
El santuario de Pomac
Por decenas de años el bosque de Pomac permaneció sin ser reconocido. Recién en 1984 se creó la Reserva Arqueológica. Y en 1991 se creó la zona Reservada de Batán Grande. Entonces, eran más de 13 mil hectáreas de bosque. En el 2001 fue categorizado como Santuario Histórico pero ya sólo con 5 mil 887.38 hectáreas, y es atravesado en su parte central por el río La Leche. Esta reducida extensión es la cuarta parte de lo que fue el hábitat de centenares de especies animales y vegetales, muchas de ellas ya desaparecidas.

La categorización definitiva como Santuario Histórico ha permitido establecer una base sólida para enfrentar la deforestación y pérdida de la calidad genética de las especies de flora y fauna silvestres. Además de definir los lineamientos para proponer las modalidades e intensidades del aprovechamiento indirecto para la conservación y manejo de esta área natural protegida y su zona de influencia.
El Santuario Histórico Bosque de Pomac protege el 0.2% del área total que abarca el Desierto Pacífico Tropical, donde se desarrollan dos de las tres Zonas de Vida que abarca este desierto, el Desierto Superárido Tropical y el Desierto Superárido Premontano Tropical. Allí se desarrollan varias comunidades vegetales como los Bosques Densos y Semidensos, Matorrales y la formación natural de algarrobo más importante del país. 
El algarrobal es la comunidad boscosa que domina el paisaje en el norte del país. Está asociado principalmente con el sapote (Capparis angulata) y en menor proporción con el faique (Acacia macracantha), el bichayo (Capparis ovalifolia) y arbustos como la vallesia dichotoma. Este bosque tiene un alto valor económico, en productos no maderables, como la recolección de algarroba y miel para el ecoturismo.
 
La diversidad biológica del Bosque de Pomac es alta a pesar de encontrarse bastante degradado. En esta área protegida se encuentran hasta 26 especies de aves y 7 de mamíferos, todos ellos en peligro de extinción. Hay científicos, mayormente extranjeros, porque los nacionales no están muy sensibilizados con este tema, que están viniendo en estos últimos años a este bosque a ver los últimos especimenes de estas especies, a sabiendas que es una biodiversidad que se está exterminando, por la acción de los habitantes precarios de este bosque.
 
La zona alberga también importantes muestras arqueológicas del periodo dominado por la Cultura Sicán o Lambayeque alrededor de los años 900 -1100 dc. Existen vestigios que van desde pequeños montículos hasta monumentales pirámides en buen estado de conservación. Pero toda el área está cubierta por evidencias arqueológica muy variadas, lo que se expresa en que las motoniveladoras de los invasores del bosque frecuentemente arrastran fragmentos de cerámicas que no serán ya fuentes históricas.
 
Los objetivos del Santuario Histórico Bosque de Pomac son los de conservar la unidad paisajística y cultural que conforma el bosque con el Complejo Arqueológico de Sicán y garantizar la calidad natural de la formación de bosque seco tropical.

La depredación de los bosques y del Santuario

Pero este objetivo, como muchos de los propósitos de buenas normas legales en nuestro país, no se viene cumpliendo. El problema no es teórico, sino muy concreto: se trata de la defensa del Santuario Histórico Bosque de Pomac. Desde el año 2000 a la fecha se han depredado más de 2000 hectáreas por destrucción de bosques y ampliación de cultivos, por la invasión de gente de otras regiones. Lo preocupante es que a pesar de la existencia de un proceso judicial, este no avanza.
Pero hay una experiencia interesante que se ha generado alrededor de la defensa de este santuario histórico, inédita, hasta donde sabemos, a nivel nacional: la constitución de un Litis consorcio (en el Derecho Procesal Civil es aquella pluralidad de partes con un interés, derecho u obligación común que litigan conjuntamente ya sea como demandantes o demandados, en este caso como demandantes). Este litis consorcio, en realidad una valiosa experiencia de construcción de institucionalidad en defensa de esos “intereses difusos” tan fundamentales como la biodiversidad y la riqueza arqueológica de un  país, está formado por el Procurador Público en asuntos judiciales del Ministerio de Agricultura (Antonio Ríos Mazuelos, demandante), con la participación de la Fiscalía Provincial Mixta de Ferreñafe (Carmen Palmer Oliden), la Administración del Santuario Histórico del Bosque de Poma (Dante Alemán Delgado), la Municipalidad de Ferreñafe (Juan José Salazar García), y la Municipalidad de Pítipo (Manuel Valverde Ancajima).
Este Litis consorcio ha demandado a dos asociaciones de invasores: 1) Asentamiento Rural-Ganadero Agrícola "La Palería", y 2) la  Asociación Ganadera Santa Clara (colinda por el noreste con el Santuario).
En esta demanda, que ha sido interpuesta ante el Juzgado Civil de Ferreñafe (cuya titular es Carmen Ravines Zapatel), se exige, en primer lugar el desalojo de los potreros de Palería y Poma (zona arqueológica), y la declaración de responsabilidad ambiental así como el pago de una indemnización, al Estado, para la reforestación y recuperación en el mediano plazo, del daño realizado.

Los daños realizados son los siguientes, desde 2000 a la fecha: 235 Hectáreas depredadas en Palería; y 1,700 Hectáreas depredadas en Poma. Esto es mucho, si tenemos en cuenta que el Santuario tiene en total 5,887.38 Hás. Pero no es único daño realizado. En realidad es sólo parte del proceso de desaparición del bosque seco en el norte del Perú, que en alguna medida es testimoniado por José Maeda Ascencio, heredero de una tradición familiar de estudio y defensa de la ecología de los bosques de Batan Grande, quien nos informa en un estudio reciente, que en los últimos veinte años van desapareciendo los siguientes bosques batangrandinos: Pomac (en casi 4000 Has.), La Merced (500 Has.), Las Salinas (unas 2000 Has.), El Verde (1000 Has.), Santa Clara (1069 Has.), Jotoro (1300 Has.), Jayanquillo (500 Has.), La Calera  (1200 Has.), Lazareto (100 Has.), Medio Mundo (400 Has.), bosques de Pativilca y Tres Puentes (500 Has.). Es decir, atestigua la tala de casi 13000 Has. de bosques y de docenas de “milenarios” algarrobos y zapotes.
Pero no sólo deforestan, sino que además se está cambiando el uso, de forestal, a agrícola, llegándose inclusive a instalar alrededor de 60 pozos tubulares en el bosque de Poma.
Son alrededor de 200 a 300 familias, que han entrado adquiriendo tierras en forma ilegal, pagando a supuestos estafadores un promedio de S/.3000 por Hectárea. Lo cual indica que no se trata precisamente de personas pobres, sino de inmigrantes que han aprovechado la debilidad de nuestros sistema institucional, especialmente por el lado de los operadores de la defensa de aquellos “intereses difusos” tan importantes como el medio ambiente y nuestra cultura (jueces, policías, autoridades civiles) para ocupar ilegalmente, siguiendo una tendencia que se ha dado desde hace dos décadas, como demuestran los informes de Inrena, los bosques secos, particularmente este relicto arqueológico-ecológico-cultural tan importante como es Pomac. 
El Santuario Histórico de Pomac, no es un predio cualquiera, sino tiene un enorme interés ecológico e histórico-arqueológico, como lo demuestran investigadores que van desde el estudioso local José Maeda, hasta arqueólogos de dimensión internacional como el arqueólogo Izumi Shimada, quien desde 1978 dirige investigaciones  sobre la cultura Sicán, habiéndose publicado hasta la fecha 70 trabajos de carácter profesional y se han escrito 20 tesis (doctorales, de maestría y de bachillerato) en idioma español, inglés, alemán, y japonés, como informa la excelente página web del Museo Nacional Sicán, dirigido por el arqueólogo Carlos Elera, discípulo también de Shimada.

Shimada, quien actualmente es profesor de la Southern Illinois University, ha publicado los más importantes estudios sobre la cultura Sicán o Lambayeque, y creemos que merece un reconocimiento especial por su valiosa contribución al estudio de nuestra realidad cultural.

Por otro lado, no olvidemos que desde el punto de vista legal el gobierno regional tiene responsabilidad compartida en el tema ambiental, particularmente en este caso. Sin embargo no sabemos de ninguna intervención que permita solucionar el problema, sino al contrario. Recordemos que un hito importante y penoso de este problema, fue la intervención del presidente regional Yehude Simon en el año 2003, cuando ofreció (¿demagógicamente?) a esta gente (invasores) darles otra ubicación (por la zona de Jayanca), promesa que no cumplió, generando sin embargo expectativas y dándoles una justificación para continuar con la ocupación ilegal. Mas bien esta promesa y esta intervención espectacular y ampliamente publicitada promovió (indirectamente) una nueva invasión de 200 familias de soldados de El Cenepa que invadieron el Santuario el 22 de agosto de ese año. Felizmente hubo una oportuna intervención de las autoridades, que permitió el desalojo de esta nueva invasión. Nuevamente regresaron estos mismos “sin tierra” el 26 de febrero del 2004 a intentar nuevamente invadir estas tierras, pero sin éxito.
Hay que destacar que existe un aspecto social en este caso, lo cual es insoslayable, que no debe desatenderse, ya que se trata de alrededor de 300 familias que deben ser desalojadas. Ello debe encararse en la forma adecuada, buscando la reubicación en áreas que no generen el tipo de problemas que se han generado en este Santuario Histórico Bosque de Pomac. Se necesitará entonces, probablemente que el gobierno regional asuma ahora ya más seriamente su responsabilidad, y apoye la reubicación de estas familias. No hay una solución intermedia en este asunto, lo dice la norma y el sentido común. Mientras no se resuelva este asunto, a diario, desde el mirador de Las Salinas se observa humeante, la depredación de un promedio de 3 Hectáreas de bosque, pero no cualquier bosque, sino de una zona de interés arqueológico, y de enorme valor para nuestra cultura e identidad. Recientemente los invasores destruyeron unas diez hectáreas de bosque, con un cargador frontal y una motoniveladora, los que fueron capturados y depositados en el local policial de Ferreñafe. Posteriormente la jueza ordenó la devolución de estos bienes, que, probablemente, seguirán depredando los bosques de este relicto histórico-natural.

Estamos ad-portas de una decisión jurisdiccional al respecto, ya que para se han dado las diligencias de continuación de la audiencia única en el proceso de desalojo que se sigue contra los invasores del Santuario Histórico del Bosque de Pómac a determinación de la jueza del Juzgado Civil de Ferreñafe que sigue el caso, Carmen Ravines Zapatel.  A esta audiencia, la misma que incluirá la inspección ocular de la zona, deberán concurrir los peritos, designados por la parte demandante indicada, con los planos perimétricos del Santuario Histórico del Bosque de Pómac. Es preciso resaltar, que estos planos, junto a su respectiva memoria descriptiva, fueron presentados por los peritos mediante un escrito desde el día veintiséis de octubre pasado. Éstos serán utilizados para verificar si efectivamente los invasores se encuentran dentro del área en litigio, lo cual es una mera formalidad ya que todos han identificado claramente este hecho. 
 
Es necesario que se siente precedente y jurisprudencia en este asunto, ya que el daño ambiental es muy grande. Las autoridades jurisdiccionales deben tomar decisiones y actuar sumariamente en esta agresión de los intereses difusos, que representan el respeto de nuestra dignidad humana a través del respeto a nuestra cultura, nuestro ambiente y nuestra identidad.

Pobreza y depredación de evidencias culturales mochica

Pobreza y depredación de evidencias culturales mochica

Las últimas décadas son especialmente nefastas para la ciencia arqueológica nacional. Los campesinos pobres son incentivados a profanar las tumbas de sus antepasados para abastecer un ávido y creciente mercado de coleccionistas de arte en América y Europa. Valiosa información histórica se pierde cada día frente a la necesidad de unas y codicia de otros. El Estado peruano, pese a sus leyes; poco puede hacer con sus escasos recursos para proteger efectivamente el patrimonio cultural.

En la costa Norte, la situación es dramática; casos como éste resultan frecuentes y casi normales. Singulares testimonios arqueológicos desaparecen inmediatamente en el oscuro tráfico de antigüedades y los cientos de importantes monumentos van destruyéndose como las páginas de un libro jamás leída. Desde el aire, centenas de hectáreas con millares de perforaciones hechas en los últimos años dan la impresión de campos bombardeados.

En tales circunstancias, evitar el arrasamiento total del monumento de Sipán resultaba una problemática labor. La policía apenas podía efectuar patrullajes, mientras desesperadamente tratábamos de organizar una urgente operación de rescate científico, solicitando apoyo al Estado y empresas locales.

En esos días posteriores, mi colega Luis Chero y yo constatamos con angustia el incontenible avance del vandalismo. Los furtivos saqueadores profesionales trabajaban por la noche con ayuda de vigías apostados sobre la alta pirámide inmediata y las bandas disputaban el emplazamiento de sus hoyos con armas en la mano a la caza de otra tumba intacta.

Después de grandes esfuerzos y venciendo la inicial resistencia de los pobladores, los primeros días del mes de abril instalamos un pequeño equipo de trabajo con dos estudiantes y dos policías en una precaria tienda de lona. Los primeros salarios para los pocos obreros se pagaban con fondos del Patronato de Cultura local y el programa estatal del PAIT.
Los problemas y estrecheces materiales sólo podían superarse con nuestro ilimitado entusiasmo y decisión, que sorprendentemente condujeron meses más tarde a uno de los hallazgos más importantes de la arqueología del nuevo mundo: la cámara funeraria intacta de un Señor Moche. Finalmente, la ciencia tenía acceso al contexto completo de una tumba intacta del más alto rango en la cultura andina, con toda su inapreciable información sobre organización social, religión y sistema de vida de la época.

Ocho esqueletos de sirvientes, concubinas y guerreros rodeaban un ataúd de madera que contenía los restos del principal ocupante de la tumba con su tesoro de ornamentos, tocados, emblemas y atuendos de oro, cobre dorado y piedras semipreciosas. Estos objetos, que de por sí son un verdadero compendio de exquisito arte y técnica metalúrgica, constituyeron los símbolos de poder de un dignatario muerto hace mil setecientos años; a quien venimos llamando el Señor de Sipán ("Siec" en el extinto idioma Mochica).

Cerca de diez meses nos llevó la paciente y progresiva labor de limpieza y registro sistemático de la cámara funeraria con su extraordinario y complejo contenido, en un abismal contraste con la tumba saqueada que fuera expoliada en una sola noche. Los datos hasta hoy obtenidos constituyen una importante clave para el conocimiento de la sociedad Mochica y demuestran, también, cómo una sola tumba excavada científicamente puede brindar más información que las miles de piezas arqueológicas de la misma cultura existentes en colecciones y museos del mundo, pero retiradas de su contexto.

Las circunstancias del rescate de Sipán son el más claro testimonio del drama de la arqueología nacional: una cuantiosa y desconocida herencia cultural y pocos recursos para su protección frente a la inclemencia del tiempo y el saqueo. Queda claro que, de seguir aceptando esta situación, nada de lo que hoy presentamos hubiera podido conocerse.

Sipán representa también, no sólo la recuperación de inertes objetos materiales, sino principalmente el rescate de parte de la identidad perdida de los peruanos. Los arqueólogos no podemos sentir mayor satisfacción cuando los jóvenes de hoy hablan y cantan sobre el Señor de Sipán como un símbolo de nuestro pasado.

Texto: Roberto Ochoa

El señor de Sipán

El señor de Sipán

Ai Apaec, el Dios Decapitador
Esta divinidad de rostro feroz, que sostiene en su mano la cabeza de un enemigo vencido o de un guerrero sacrificado a los dioses, es parte fundamental del panteón Moche. En las tumbas reales de Sipán aparece en forma de sonajeros de oro o como un protector coxal, prenda militar para evitar golpes en el coxis que podían desarticular el esqueleto: Se trata de uno de los ornamentos más bellos e importantes de este jerarca moche. Mide 45 centímetros y está hecho en oro de alta calificación .

El ajuar funerario
El Señor de Sipán fue enterrado en un sarcófago de cañas con atuendos funerarios, de mando, de rango y de culto. Entre los primeros figuran la representación de ojos, dentadura, nariz y "cubrementón" de oro, que en conjunto semejan una máscara funeraria.

Es así como este gobernante asume un nuevo rostro de oro, incorruptible ante la muerte y ante el paso del tiempo. Un grupo de piezas de oro y plata (que semejan monedas) fueron colocadas dentro de su boca y sobre sus manos, como un tributo para los dioses. Entre los atuendos de mando incluye un juego de cuchillos en oro y plata, protectores coxales y sonajeros, y tres juegos de armas en miniatura.

Entre los ornamentos de rango destacan la corona semi-lunar de oro, tres juegos de orejeras de oro y turquesas, collares, narigueras, pectorales de chaquiras, camisetas metálicas y emblemas con brazos abiertos.

Toda esta compleja parafernalia, aparte de las piezas funerarias, fue usada en vida por el Señor de Sipán y está compuesta por ornamentos, tocados, atuendos y emblemas cargados de códigos y símbolos reconocidos por los hombres de su época.

Texto: Roberto Ochoa

Pizarro y los mochica históricos

Pizarro y los mochica históricos


Cuando Francisco Pizarro y sus tropas pasaron por Lambayeque camino a Cajamarca, ya no quedaba nada de las viejas civilizaciones que habitaron la región. Las guerras internas o las catástrofes producidas por el Fenómeno del Niño habían acabado con las portentosas culturas y sólo quedaban las ruinas de sus enormes monumentos como un recuerdo de su viejo esplendor.

Las cosas han cambiado gracias al trabajo de historiadores y arqueólogos, quienes en los últimos treinta años han logrado desentrañar los secretos de un pueblo que durante siglos hizo de Lambayeque uno de los centros culturales más importantes del mundo.
Todo turista que visita Lambayeque debe saber que cada rincón del departamento guarda un pedazo de historia.

Basta salir de Chiclayo y a sólo doce kilómetros al norte está la ciudad de Lambayeque, parada obligatoria para visitar el Museo Enrique Brünning y tener una idea general de su historia. Desde ahí se puede seguir hasta Mochumí y Túcume, para visitar el misterioso complejo arquitectónico que rodea al cerro Purgatorio, donde se puede ascender por escaleras que llevan hasta un mirador, permitiendo una visión sobrecogedora de esta enigmática urbe, bautizada por los turistas extranjeros como "El Valle de las Pirámides", en alusión a Egipto.

De regreso a Chiclayo es casi un peregrinaje continuar hasta el pequeño poblado de Sipán, más precisamente al complejo arqueológico de Huaca Rajada, escenario del fastuoso descubrimiento de las Tumbas Reales del Señor de Sipán. Con un poco de suerte se puede tener como guía al propio Lucho Chero, arqueólogo que acompañó a Walter Alva en la investigación y excavación de las tumbas. Allí se puede observar un réplica de la tumba tal y como figuró el día del entierro de ese misterioso gobernante enterrado hace mil años en el mausoleo real de Sipán.

Otras zonas de interés turístico y arqueológico es Batán Grande, siguiendo el viejo camino que va hacia Ferreñafe, donde se pueden contemplar enormes pirámides de lo que fue una de las ciudadelas más importantes de las culturas Moche y Sicán.

Al sur de Chiclayo, siguiendo por la carretera Panamericana se llega hasta Mocupe y, desde ahí, se toma el camino que va hacia Oyotún, pasando por Nueva Arica, para contemplar en la Pampa Caña Cruz los enormes geoglifos diseñados con piedra volcánica en las laderas de los cerros, como para que se puedan contemplar desde el cielo.

Mil años de soledad
Nadie sabe a ciencia cierta qué sucedió con las portentosas civilizaciones preincaicas que florecieron en el norte del Perú. Las guerras internas, sucesivas invasiones de pueblos vecinos o los estragos de catastróficos Fenómenos del Niño pusieron fin a estos orgullosos y prósperos pueblos, dejando para la eternidad sus imponentes pirámides o los enigmáticos mensajes descritos en su fina orfebrería y en su cerámica.

La delicada y silenciosa labor de los arqueólogos ha logrado desentrañar la cosmovisión de un mundo perdido, de una cultura que poco a poco se va descubriendo en cada tumba, en cada muro, en cada pieza desenterrada.

Durante mil años estuvieron ocultos los secretos de un pueblo orgulloso, creativo y feroz. Una civilización de adobe y oro que sigue escondiendo sus secretos en cada rincón de Lambayeque.

El Señor de Sipán
A fines de febrero de 1987-recuerda el arqueólo Walter Alva- una verdadera "fiebre de oro" conmocionó el tranquilo pueblo de Sipán, pequeña villa rural rodeada de campos de cultivo de caña de azúcar en el cálido valle de Lambayeque, al Nor-Oeste del Perú.

Decenas de campesinos de las localidades vecinas, hombres, mujeres y niños armados de palas, cedazos, cualquier herramienta o sólo sus manos hurgaban la tierra en busca de fragmentos metálicos sobre las faldas de una antigua plataforma de adobe, donde escasos días antes un audaz grupo de ladrones de tumbas pre-hispánicas, conocidos como "huaqueros", había profanado y saqueado la rica tumba de algún personaje importante de la antigua Cultura Moche o Mochica, desarrollada en la región entre los siglos I y VI D.C.

Pudimos deducir esto al examinar una parte de los objetos requisados por la policía en la casa de los integrantes de la banda. Entre ellos, se encontraba una reluciente y naturalista cabeza humana de oro con ojos engastados en plata y pupilas azules de lapislázuli. Esta bella efigie de pronunciada nariz era casi perfecta y recordaba las famosas "cabezas retrato" de la cerámica de la Cultura Moche. Dos grandes y expresivos rostros de puma o jaguar en metal dorado mostraban su feroz actitud con la boca replegada y agudos colmillos de concha roja.

Entre otros, del total de treinta y tres objetos requisados, se encontraban también dos perfectas representaciones de frutos de maní en oro (tres o cuatro veces mayores al tamaño natural), colgajos alargados del mismo metal limitando recortes de concha, cuentas de collar y otros objetos de cobre dorado y plata.

Las dimensiones, singularidad de las representaciones, calidad artística y perfección en la técnica metalúrgica no dejaban duda de que se trataba de la recuperación policial más importante de los últimos años. Sin embargo, por nuestro conocimiento de las antiguas culturas del norte peruano, tampoco pudimos poner en duda que estas piezas resultaban el componente parcial de ornamentos mayores típicos, obviamente repartidos entre los saqueadores.

Sólo un enterramiento real podía ofrecer artefactos de una artesanía tan perfecta. Donde existió una tumba, cabía también la posibilidad de otra aún intacta. Pocas horas después, una inspección nos permitió constatar con profundo estupor cómo los profanadores cerca de su vivienda habían destruido y arrojado decenas de restos de cobre dorado pertenecientes a ornamentos o figuras que, pese a su enorme potencial informativo, carecían de valor comercial.

El saqueo de tumbas antiguas en el Perú, un país con un extraordinario pasado de muchos pueblos y culturas que culminan en el Imperio Inca, no constituye un hecho circunstancial o aislado, prácticamente se inicia con la conquista española en el siglo XVI y continúa hasta hoy.

fuente: http://www.enjoyperu.com/andares/andares06-lambayeque-cuna-de-civilizaciones2.html

El inicio del conocimiento de la cultura Muchik

El inicio del conocimiento de la cultura Muchik

En 1987 el nombre de Lambayeque dio la vuelta al mundo a través de los cables de noticias internacionales: los arqueólogos del Museo Brünning dirigidos por el Dr. Walter Alva descubrieron el mausoleo real de un soberano Moche en Huaca Rajada, Sipán, un poblado cercano a Chiclayo.

Los diarios y revistas más importantes del mundo le dedicaron los titulares de sus portadas. Las cadenas de televisión de los cinco continentes presentaron reportajes dedicados al Señor de Sipán, nombre con el que fue bautizado por el propio Walter Alva para resaltar el pequeño poblado de agricultores cercano al lugar del hallazgo.
Desde entonces, Lambayeque comparte con el Cusco el simbólico papel de ser las ciudades más representativas del esplendor de las civilizaciones que poblaron el Antiguo Perú.

Por todo esto ANDARES de LA REPUBLICA presenta este número dedicado al l.ambayeque arqueológico, para que los visitantes tengan una idea general de la importancia cultural de este departamento norteño, y para que compartan con sus pobladores el anhelo de contar con un Museo dedicado especialmente a albergar las Tumbas Reales del Señor de Sipán, vecino al Museo Enrique Brünning, en la ciudad de Lambayeque.

La cordillera de adobe
Hace 1,300 años se produjo una revolución cultural en los valles del actual departamento de Lambayeque.

Durante siglos las comunidades agrarias asentadas en la zona fueron tejiendo una impresionante red de canales, acueductos y represas que unieron todos los valles y cubrieron de verde el desierto con enormes campos de cultivo.

Fue así que en pleno apogeo de las civilizaciones Moche, Sicán y posteriormente durante la época clásica de la cultura Lambayeque, esta zona se convirtió en la despensa de alimentos más grande del antiguo Perú.

Fueron siglos en que las culturas asentadas en Lambayeque contaron con suficiente mano de obra para construir impresionantes santuarios y plataformas funerarias donde fue enterrada la élite de guerreros y sacerdotes que gobernaron la zona.

Los restos de los primeros monumentos arquitectónicos se pueden ver en Poro-Poro (Udima) o en Purulén, en la parte baja del valle de Zaña, donde la arena de los siglos cubrió 15 edificios piramidales descubiertos en 1983 por un equipo de arqueólogos dirigidos por Walter Alva.
En la zona alta del valle de Zaña se encuentran los famosos geoglifos de Pampa Caña Cruz, representando imágenes de divinidades semejantes a las de Nasca.

En Chotuna, Batán Grande (la enorme ciudadela preínca) y Apurlec se pueden contemplar viejos monumentos piramidales que se elevan como pequeñas montañas de adobe en medio de los campos de cultivo. Pero es en Túcume donde se encuentra la zona monumental más impresionante del departamento: 21 pirámides rodean el mágico Cerro Purgatorio, formando un inmenso círculo de adobe situado en pleno bosque de algarrobos.
Sintomáticamente, es en Túcume donde están asentados los chamanes más famosos del norte peruano.

Otros lugares de interés arqueológico son los altares de piedra de Oyotún, cerca del pueblo de Nueva Arica, y Sangana, en las partes altas de río La Leche (a 2,200 metros sobre el nivel del mar), donde existen tres pirámides y algunos monumentos de piedra que fueron fotografiados por Enrique Brünning en 1902.

Si bien sus monumentos arquitectónicos son los signos más visibles del esplendor de las civilizaciones que se desarrollaron en Lambayeque, es su orfebrería y su cerámica la que logró fama mundial desde los años de la Colonia, cuando se inició el saqueo sistemático de los monumentos funerarios existentes en todo el norte peruano.

El pillaje continúa hasta nuestros días pero ha sido casi controlado gracias a la colaboración de los propios lambayecanos, quienes han comprendido que fomentando el trabajo de los arqueólogos quedará garantizada el prestigio histórico de su departamento.

Los estudios científicos del pasado lambayecano recién se iniciaron a comienzos de este siglo, cuando el viajero alemán Enrique Brünning realizó un estudio sistemático de la región desde 1917 hasta 1923. Años después, en 1930, Alfred Kroeber fue el primer arqueólogo norteamericano que visitó Lambayeque, resaltando el potencial científico de la región.

Sin embargo, la primera investigación arqueológica de gran magnitud fue llevada a cabo en los años 50 por el equipo dirigido por Paul Kosock y Richard P. Schaedel, quienes fueron los primeros en percatarse de las impresionantes obras de ingeniería hidráulica construidas en Lambayeque. Determinando además que mientras el valle del río La Leche fue escenario del desarrollo urbano, el valle del río Lambayeque sirvió para la explotación agraria de la región.

Pero es en 1970 cuando el complejo arqueológico de Lambayeque mereció la debida importancia de los investigadores, realizándose excavaciones a gran escala en la ciudad ceremonial de Pampa Grande, considerada la última capital de la cultura Moche.

En 1978 se inició el proyecto arqueológico Sicán, en Batán Grande, dirigido por el Dr. Izumi Shimada, determinándose la importancia de esa zona como centro de la red de caminos que unían el norte peruano con el resto del país y, siglos después, como capital de la portentosa civilización Sicán.
Pero fue en 1987 cuando Lambayeque logra fama internacional luego del descubrimiento del mausoleo real del Señor de Sipán.
Texto: Roberto Ochoa

Bienvenido

Bienvenido

en esta página se publicarán los trabajos del curso Cultura y Sociedad Muchik, que se dictará desde enero 2006 en la Escuela Profesional de Sociología de la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo, de Lambayeque, Perú.